Mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador transfiere la culpa a Protección Civil por emitir una errónea declaratoria de emergencia para 47 municipios de Guerrero tras el paso del huracán Otis, en Reino Unido, se reunieron los líderes de 29 países –incluidos Brasil y Chile de Latinoamérica– así como los dueños de las poderosas big tech, para analizar los potenciales beneficios y amenazas de la inteligencia artificial.
La reunión se llevó a cabo en Bletchley Park, al norte de Londres, histórico sitio considerado como uno de los lugares de nacimiento de la informática y lugar desde el cual el brillante matemático Alan Turing logró descifrar códigos secretos nazis, especialmente el famoso “Código Enigma”, salvando millones de vidas y contribuyendo a finalizar la Segunda Guerra Mundial tras el derrocamiento de Hitler.
El mensaje es poderoso en la declaración de Bletchley: la humanidad busca descifrar qué hacer, ahora, con la inteligencia artificial ante el potencial destructor que representa. El debate lo protagonizaron Elon Musk, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la vicepresidenta de EU, Kamala Harris, así como el viceministro de tecnología de China, Wu Zhaohui, el primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak y el rey Carlos III.
La ausencia de México en el debate es sintomática: si no puede reunir información confiable que permita establecer parámetros para atender los estragos de un desastre natural –como el huracán Otis– mucho menos tendrá espacio para incorporarse a una discusión en donde es precisamente el uso y administración de los datos la piedra angular.
Me explico. Los algoritmos, que permiten la realización de tareas automatizadas, tienen como principal insumo los datos. ¿Será posible imaginar sistemas computacionales procesando “otros datos”? Si bien la premisa es ridícula es semejante a lo que ocurre con la toma de decisiones en el gobierno actual, por ejemplo, la corrección de declaratoria de emergencia que dejará a la población de 45 municipios sin recursos federales. Solo la población de Acapulco y Coyuya de Benítez serán atendidos.
Y es que una de las aristas que preocupan a la clase política global en lo que se refiere al uso de la inteligencia artificial es justo la pérdida de control sobre determinadas decisiones de política pública. Para sociedades avanzadas está dejando de ser novedoso que el algoritmo decida, a partir de datos sólidos, quién sí y quién no, necesita un servicio de salud gratuito, una beca estudiantil, una subvención para vivienda. ¿Podría aplicarse para prevenir desastres naturales y para la atención de los mismos? La respuesta contundente para ambos escenarios es sí.
Es decir, en muchas latitudes las decisiones electoreras disfrazadas de política pública no tienen cabida. La arena política empieza a perder atractivo como un espacio para enriquecerse de manera rápida y fácil pues las personas involucradas terminan por ser solo administradores y supervisores de sistemas de toma de decisiones. ¿A quién le debe agradecer el “pueblo bueno” los servicios o recursos que reciben? En algunas naciones con democracias más sólidas ya no más a la figura patriarcal que cuida de su gobernados como si fueran animalitos desvalidos… sino a un algoritmo que lo elige en función de miles de factores.
No solo se trata de sociedades de Europa del Norte, en donde Estonia es la vanguardia, sino en nuestra región, Chile, por ejemplo, encabeza el Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial, seguido de Brasil y Uruguay, con nuestro país en el quinto lugar por debajo de Argentina.
En un país en donde reinan los “otros datos” puede ser muy normal que 45 municipios desaparezcan de una declaratoria de emergencia sin mayor explicación, también parece natural la ausencia en la cumbre de seguridad de la IA en Bletchley Park. Para muchos políticos, definitivamente, no existe el incentivo de usar una herramienta que les reste control y poder.
Sin embargo, cada vez más, la humanidad se responde así misma de manera afirmativa la pregunta que hizo Alan Turing respecto a si las máquinas pueden pensar. El universo de posibilidades, tanto buenas como malas, es infinito y uno de los principales consensos es que nadie podrá escapar de la inteligencia artificial aún cuando no sea partícipe del debate para administrarla. El camino hacia el nuevo paradigma causa zozobra entre los líderes globales y México comete un error estratégico al no ser parte de la discusión.